En éstos días circula la noticia de la adquisición por parte de miles de personas -incluyendo unos cuantos argentinos- de lotes de terreno en la superficie de nuestro satélite natural.
Como siempre decimos, en TAROT 21 no pretendemos juzgar a nadie a nivel personal. Es por eso que no daremos aquí el nombre ni la nacionalidad de quién se proclama -luego de haber aprovechado un vacío legal respecto al tema- como "dueño" de la Luna e incluso de varios planetas de nuestro sistema solar y se ha entregado a la tarea de hacer dinero vendiendo pedazos de los mismos. Aún cuando -ironía cruel- la traducción de su apellido al castellano signifique "esperanza".
Pero lo que no podemos hacer es ignorar el hecho de que actitudes cómo éstas solo demuestran lo patético que puede llegar a resultar el apegarse a modos de pensar y actuar realmente decadentes. Es como si, para muchas personas, las cosas sólo adquirieran valor real cuando se convierten en objetos de su propiedad.
Es decir, la cosa va más allá de la simple pregunta de sentido común: ¿A quién le compró la Luna este señor que ahora se pone a venderla en pedazos?. No se trata sólo de lo que en la Argentina llamamos la "avivada" para "hacer plata". Se trata de una representación cabal de un modo de concebir las cosas que -durante milenios- ha generado -y genera- innumerables sufrimientos al género humano en el planeta Tierra. Un ejemplo simple y cercano lo vemos actualmente en lo que se ha dado en llamar "la sociedad del consumo", en la cual muchos se entregan a la voracidad por la adquisición de diversos bienes y servicios de naturaleza material en un desesperado intento por llenar un inmenso vacío y quedando siempre en un estado agudo de insatisfacción.
Y estarán siempre insatisfechos, hasta darse cuenta, hasta tomar real conciencia de la naturaleza espiritual de su profundo vacío, que jamás podrá ser saciado con cosas materiales.
En TAROT 21 abogamos siempre en favor de la evolución individual y del progreso de la humanidad. No queríamos, por tanto, dejar pasar la noticia del "loteamiento" de nuestra amada Selene y el patetismo de sus implicancias.
Querer ser propietario privado de la Luna. Es, tal vez, la demostracíön más clara de lo ridículo del egoísmo.
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